Bocados de realidad
¿Quo Vadis, Santa Cruz?

Periódico El Día, 20 de junio 2019
Érase una vez John Lennon… “Cuando fui a la escuela, me preguntaron qué quería ser de mayor. Yo respondí: feliz. Me dijeron que no entendía la pregunta, y yo les respondí que ellos no entendían la vida».
La ley de probabilidades se desarrolló con cálculos matemáticos a través de un proceso algebraico en beneficio de los escépticos. Su premisa fundamental se sustenta en la afirmación de que lo peor de ganar es que alguna vez se tiene que perder. Cada proposición del silogismo, de la que se infiere la conclusión, tiene un nombre. Y una causa.
Santa Cruz ama la comodidad, pero no a sus recuerdos. En la ciudad todo está medido, por eso, a veces, odio mis recuerdos. El viento juega con las ramas de los árboles de un lado hacia otro de la calle. La primavera cerraba el devenir de los años circulares. Aunque ardían los edificios de Santa Cruz, en el cielo vagaba deshabitada una noche fría de enorme belleza. Dieron las diez. Una hora para toda la vida, toda la vida en una hora. La misma hora cada día. La hora de la eternidad. La rutina hace que cualquier hora sea esa misma hora; la hora del desayuno de ayer no resulta muy distinta de la hora del desayuno de hace dos meses. Y es más, ¿quién recuerda el desayuno de hace dos meses? Las mismas horas para las mismas vidas
¿Las cosas han cambiado? Mi amigo Vil, se encomienda a la hipertrofia de su memoria eidética para recordar cualquier indicio de lo que había visto u oído en los últimos días. Incluso, aunque lo hubiera percibido una sola vez, y de forma fugaz. En general, los recuerdos eran menos claros y detallados que las percepciones, pero a veces una imagen memorizada en su mente era completa en cada detalle. Era capaz de rebobinar los datos de sus percepciones visuales mediante su recuerdo.
En tiempos de la censura se convirtió en popular la frase “La semana que viene…hablaremos del Gobierno”, con la que los humoristas Tip y Coll pretendían burlarse de los últimos coletazos del franquismo. Una puesta en escena de los dos cómicos, vistiendo trajes de enterrador con levitas y chistera o bombín. Aún hoy, me sigue haciendo reír aquella otra sentencia del pequeño Coll: “Mi padre era un hombre muy humilde. Jamás quiso reconocer que era mi padre“. Insertos en la segunda década del siglo XXI, vivimos tiempos políticos de rayos y truenos. Al respecto, José Luis Coll también tenía algo que decir: “Cualquier tipo de maldad es el trueno; la ingratitud es el rayo. El trueno asusta, pero el rayo mata.“ Y desde el parque García Sanabria, allí en territorio de Gorgorito, frente al reloj «florece» el teatrillo de la compañía que un día regentó Maese Villarejo y que en la actualidad defienden sus hijos, Juan y Mónica dando voz a Gorgorito y a la Bruja Ciríaca. Justo en el reloj de flores, bajo los auspicios de Gorgorito en las escalinatas del parque, en una ubicación telúrica, conocida como el Triángulo de los Bermúdez, comienza a escucharse la voz de Patricia Hernández: “I have a dream”. Un sueño, al más puro estilo Martin Luther King, expresando con voz poderosa y elocuente el deseo de un futuro político matriarcal en el cuál las mujeres dieran el definitivo paso al frente en labores de gobierno. En medio de un sueño tormentoso se inscribe, en el libro de la historia chicharrera, su nombre como alcaldesa. ¿Qué significado puede tener ese sueño? Dylan contesta por nosotros: “A veces no basta con saber qué significan las cosas, a veces tienes que saber qué no significan”.
A la derecha de la alcaldesa una pelota de baloncesto, y a su izquierda un violonchelo, que desde sus cuerdas parece emitir el eco de una voz humana. La dirigente socialista fue una de las chicas, no Almodóvar, sino ZP, cuando con 24 años fue elegida senadora por Tenerife. Durante esa legislatura, fue distinguida como ‘Senadora Revelación’. Después ganó las primarias del PSOE y se convirtió en la primera mujer candidata a la Presidencia del Gobierno de Canarias. ¿Y ahora, qué rumbo tomará Santa Cruz? Dejemos que Bob Dylan cante en nuestro sueño: “Madres y padres de todo el mundo / no critiquéis lo que no podéis entender / vuestros hijos e hijas están más allá de vuestro control / vuestro viejo camino envejece rápidamente / por favor, salid del nuevo / porque los tiempos están cambiando”. Acordes que remiten a una época en la que el cambio parecía posible, incluso irremediable. The times they are a-changin’ revitaliza los ánimos, renueva energías y da ganas de alzar la voz, de no conformarse, de querer luchar, de derribar todas las barreras porque el mundo, la vida, siguen cambiando.
Y en el sueño de la razón (que siempre produce monstruos) es un capricho estampado por Goya en Aguere. ¿Más cambios? De nuevo una respuesta con otra pregunta: ¿Y la semana que viene?… Hablaremos del Gobierno. El dúo cómico Luis Sánchez Polack y José Luis Coll, rodeados por Laura Valenzuela y Joaquín Prat dentro de El último café, Pura coincidencia o 625 líneas, conformaron el mejor absurdo de la Transición. Hubieran sido capaces de cerrar pactos en las comisiones negociadoras. Buscando ubicaciones donde reunirse sin ser vistos, ni escuchados. Envueltos en la paradoja de los Hermanos Marx en Sopa de ganso: “Si nos encuentran estaremos perdidos”. Y si no, tendrían que pactar:
Mi padre veía algunos de esos programa en el bar Parada, en la calle Ramón y Cajal, en el margen diestro casi llegando al Hospital Militar y la Plaza Militar. En aquel bar escuché grandes ocurrencias como la de un cliente, amigo de mi padre, al que todos llamaban señor Dueñas: “He escrito un árbol, he leído un libro, y he plantado un hijo”. ¿Están realmente cambiando los tiempos? Dice mi amigo Vil, que lo bueno que tiene morirse, políticamente hablando, es que no hay que madrugar. Entre el sueño, la realidad política y los miedos, los niños están convencidos de que el coco desparecerá si cierran los ojos. Los políticos, que padecen de una vertiente de insomnio derivada de una osmosis inversa, creen que si los cierran perderán el poder.
El sudor de la pesadilla, de la ansiedad de un conflicto demorado me lleva hasta Santa Cruz. ¡Qué lejos los recuerdos de tiempos felices y extraños! Con Manuel Hermoso, una época de un nacionalismo deslumbrante de belleza: Bello (José Miguel Galván) en el Cabildo y Hermoso (don Manuel) en el Ayuntamiento. Don Manuel supo cortarse la coleta a tiempo de tener una de las vías de nueva creación bautizada con su nombre en Cabo Llanos. Nuestro Manolete (torero como Palomo Linares) fue aprendiz de todo, acudió a tentaderos políticos donde aprendió a capear contra todas las siglas que venían allende los mares. Extendió su arte político de torear desde el Ayuntamiento carnavalero-chicharrero que gestionó al son de la Billo’s Caracas Boys, Celia Cruz, Juan Luis Guerra y demás, al Gobierno de Canarias desde la moción de censura a Momo Saavedra. Allí pudo lidiar buenas novilladas, bien rodeado de buenos picadores, cortando orejas y rabos en cada encierro.
Pero… ¿Colorín, colorado, esa historia se ha acabado? ¿O quizás ha empezado? ¿Acaso nunca quisimos creer a Dylan cuando nos decía que los tiempos estaban cambiando? El amigo Bob confesó años después: “esas fueron las únicas palabras que pude encontrar para separar la vida de la muerte. No tiene nada que ver con la época.» Un año más tarde, también diría: «No puedo decir que los adultos no entienden a los jóvenes como se puede decir que los peces grandes no entienden a los peces pequeños. The Times They are a-Changin no es una declaración … Es un sentimiento».
¿Quo Vadis Santa Cruz? Solo Dylan conoce la respuesta cuando nos decía: “Las oportunidades pueden llegar para convertir algo -algo que existe en algo que todavía no lo hace. Ese podría ser el comienzo de algo. A veces, solo quieres hacer las cosas a tu manera, quieres ver por ti mismo lo que hay detrás de la cortina de niebla. No es como si vieras que las canciones se acercan y las invitas a pasar. No es tan fácil. Quieres escribir canciones que son más grandes que la vida. Quieres decir algo sobre las cosas extrañas que te han ocurrido, cosas extrañas que has visto . Tienes que saber y entender algo y luego ir más allá… “
¿Quo Vadis, Santa Cruz?

Javier Hernández Velázquez

Javier Hernández Velázquez

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